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martes, enero 06, 2009

Sobre ataque a antitaurinos




Sirirí. Por: Mario Fernando Prado.
 
Oso en el coso

Tomado de: http://www.elpais.com.co/historico/ene062009/OPN/opi1.html
 
Enero 06 de 2009
Con no poco asombro me referiré a quien pasó de ofendido a ofensor al protagonizar en alguna de las bostezadoras corralejas, perdón corridas de la temporada pasada, un acto bochornoso y vergonzante: sacó 'mechoniado' a un furibundo e irrespetuoso activista del movimiento 'No a la fiesta brava', 'En defensa de los animales' o qué sé yo que otro nombre se habrán puesto.

Y es que no se me sale de la mente la deplorable escena del capataz arrastrando al 'protestario' en un acto que desdice de una entidad que, como la Plaza o la Fundación -uno ya no sabe cuál es cuál- no puede rebajarse a pagar con la misma moneda las agresiones de las cuales es víctima.

Me dirán que el panfletario se 'coló' entre los asistentes a un evento privado -que no público- y que el ruedo no es escenario para armar semejante bronca antitaurina. Que no se puede ni se debe interrumpir un evento cualesquiera que sea y que esto sirvió de lección para próximas oportunidades.

Yo les respondería a su vez que no estamos en el lejano oeste, cuando un matarife halaba del bar a un intruso o cuatrero y lo lanzaba a la calle atravesando su humanidad por entre las puertas de vaivén.

Y agregaría que dónde están entonces las consignas civilizadas de que la violencia genera más violencia y que para las corridas de toros y para la empresa organizadora -que no gozan de la mejor imagen- esto es una estocada que no beneficia al clima de convivencia que deben propiciar quienes dicen tener la razón.

Lo ideal hubiese sido que la Policía, en uso de sus facultades y de su autoridad, hubiere tomado cartas en el asunto, en un acto de legítima defensa. Pero asumir las veces de ésta en una manifestación de prepotencia fue la metida de pata más oprobiosa que recuerde el coso de Cañaveralejo. Y el justiciero de marras debió recibir una sanción, como mínimo el despido (más que justificado), y si no, al menos, una ejemplar suspensión que morigerara semejante oso en pleno coso.

Y, a propósito, el enfrentamiento entre los dos poderes de la Plaza de Toros llegó al extremo que el mismo Gobernador debió tomar como suyo este chicharrón y sentó ayer a tirios y troyanos -léase Fundación y Plaza de Toros- y los conminó y convenció para que trabajaran juntos para la próxima feria taurina: mejores toreros y mejores ganaderías garantizarán que la temporada no siga debilitándose frente a las de Manizales o Cartagena, que de lejos nos tomaron una envidiable ventaja.

A semejantes extremos llegó esta pelea, obligando a que un gobernante actúe como árbitro y mediador y amenace con intervenir el espectáculo si no se mejora sustancialmente.

 





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