Por Diana Esther Guzmán*
Lo que necesitamos no es un día para reforzar estereotipos, sino un día para recordar que tenemos iguales derechos.
Jueves 10 Marzo 2011
El pasado 8 de marzo se celebró el día internacional de la mujer. Lo particular de este día es que se cumplieron cien años desde que por primera vez en el mundo se instauró una fecha específica para conmemorar la lucha de las mujeres por sus derechos. Pero ¿qué fue lo que realmente celebramos en Colombia?
Por cuenta de la celebración, cientos de mujeres comieron más dulces que de costumbre. Miles de hombres caminaron por las calles llevando en sus manos flores para obsequiar. Algunos optaron por los peluches para exaltar la “ternura femenina” y otros por postales y tarjetas, de esas que “les gustan a las mujeres”. Se escucharon muchos discursos en los que se exaltaba el gran papel que tienen las madres en nuestra sociedad y lo increíbles que son las mujeres que son capaces de trabajar y preservar el hogar… Parecía una jornada destinada a reforzar estereotipos y olvidar los derechos.
Pero mientras eso ocurría, muchas personas intentaban desenterrar el verdadero significado de este día. Con frases como: “más derechos, menos rosas” y “no se trata de felicitar y celebrar, sino de conmemorar la lucha por los derechos”, miles de mujeres trataron de recordarle al mundo que a pesar de los ríos de flores que se movían paralelamente con el agua que rodó por las calles del país, el día a día de las mujeres sigue estando marcado por la discriminación y por intolerables manifestaciones de la violencia, muchas de las cuales siguen siendo aceptadas por la sociedad y no enfrentadas de manera efectiva por el Estado.
En todos los ámbitos, las mujeres siguen llevando la peor parte.
Los hombres continúan teniendo las mejores opciones laborales y las más altas probabilidades de ascenso. Incluso cuando desempeñan el mismo trabajo, las mujeres tienden a ganar menos.
En política, los hombres siguen siendo quienes dominan el debate público, pues son pocas las mujeres que son elegidas por el pueblo para que sean sus representantes y muy pocas también las que llegan a los altos cargos del Estado.
La violencia sigue siendo el pan de cada día para millones de mujeres. En sus hogares, por cuenta de algunos de los hombres más cercanos, o en la calle, por parte de desconocidos, las mujeres enfrentan mayores riesgos de ser amenazadas, maltratadas y violadas. Según cifras oficiales, cada día en Bogotá 40 mujeres son víctimas de violencia intrafamiliar. Organismos de Naciones Unidas han denunciado la enorme cantidad de casos de violencia sexual ocurridos en diferentes regiones de país, en los que mujeres y niñas son las víctimas, y en los que reina la impunidad.
Muchos de los casos de violencia contra la mujer, en especial los perpetrados por los actores del conflicto armado, no son denunciados. El temor a recibir amenazas, ser nuevamente violentadas o a tener que desplazarse, así como la casi imposibilidad de recibir una protección adecuada por parte de las autoridades, hacen que mujeres y niñas prefieran guardar silencio.
Y aunque el Estado tiene la obligación de eliminar la discriminación y la violencia, así como de frenar la impunidad, son pocas las acciones concretas que se han emprendido para lograrlo. Tres ejemplos permiten ilustrarlo.
En 2008 se aprobó una ley que contempla acciones para enfrentar la violencia contra la mujer (Ley 1257), pero hasta ahora no ha sido reglamentada y aún no se ha asegurado el presupuesto para que se cumplan algunas de sus disposiciones. Además, tras siete meses de Gobierno, no se ha nombrado a la persona que deba encargarse en propiedad de la Alta Consejería para la Equidad de la Mujer, que es la institución llamada a coordinar las acciones del Estado para promover la igualdad de las mujeres y la eliminación de la violencia en su contra.
Y la Corte Constitucional, que ha avanzado tanto en la protección de los derechos, no parece aplicar lo que predica, pues en su lista de conjueces, dada a conocer recientemente, solo incluyó a dos mujeres entre los 18 abogados ilustres que conforman dicha lista.
El resultado: aunque persisten la discriminación y la violencia, el compromiso con la realización de los derechos de las mujeres sigue estando lejos de ser una realidad.
El día de la mujeres no debería ser entonces un día de flores y regalos con los que se endulce la realidad, sino una oportunidad para conmemorar la lucha de miles de mujeres por sus derechos y adquirir nuevos y sinceros compromisos para que dichos derechos no se sigan quedando en el papel.
* Investigadora del Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad –DeJuSticia (www.dejusticia.org).
http://www.semana.com/noticias-opinion/sobre-verdaderas-flores-del-dia-mujer/153085.aspx
consultado el 11 de marzo de 2011
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