Por Mex Urtizberea. (*)
Hay instituciones históricamente manejadas por hombres que siempre han decidido, y siguen decidiendo, sobre el cuerpo de la mujer.
Hay culturas lejanas que se apropian del cuerpo femenino y ejecutan la escisión, la mutilación sexual femenina.
Hay hombres que, de pronto, se adueñan del cuerpo de una mujer al azar, y a la fuerza, y a escondidas, y deciden qué hacer con él un rato.
Hay incluso padres, padrastros, tíos, que deciden qué hacer con el cuerpo de una mujer por un rato.
Hay jueces y juezas que dictaminan qué es lo que tiene que hacer una mujer con su propio cuerpo.
Hay liberales que defienden a ultranza las libertades individuales, pero censuran la libertad individual de la mujer para decidir qué quiere hacer con su cuerpo, un cuerpo que no es propiedad privada de ellos.
Hay opinólogos que opinan sobre qué debe hacer una mujer con un cuerpo, que es el suyo.
Hay una tradición que determina qué debe hacer con su cuerpo una mujer y que no se inmiscuye en lo que el hombre haga con el suyo. Y si es mucho lo que éste hace, en todo caso será llamado ganador, playboy, tigre.
Si lo hiciera una mujer sería ligera, indecente, descocada y otros adjetivos que ni siquiera se pueden decir porque son malas palabras.
Hay asociaciones y ligas constituidas para regular lo que una mujer desee hacer con su cuerpo.
Hay modas impuestas por el mercado que decretan cómo tiene que ser el cuerpo de la mujer.
Hay demoras que demoran decisiones sobre el cuerpo de la mujer. Hay mujeres con pancartas que exigen que otra mujer no pueda decidir sobre su propio cuerpo.
Hay dos chicas que nunca decidieron tener relaciones sexuales, ni tener un hijo. Pero alguien decidió por ellas que tuvieran relaciones sexuales. Después, alguien decidió que tuvieran el hijo, pues mucho antes alguien había decidido que el cuerpo de la mujer no fuera propiedad de ella, sino de ciertas instituciones (históricamente manejadas por hombres) que luego fueron tejiendo una cultura en la que el cuerpo de la mujer no es de ella, sino de las legislaciones, de los opinólogos, de las pancartas, de las asociaciones, de las juezas, de las ligas, de la tradición, de los otros.
Hay dos chicas y cientos de chicas y cientos de mujeres que si toman una dolorosa decisión sobre su cuerpo, el de ellas, su propio cuerpo, resulta que están cometiendo un delito.
El cuerpo de la mujer es el pecado; la dolorosa decisión de una mujer sobre qué hacer con su cuerpo es pecado.
El cuerpo de la mujer está legislado.
La dolorosa decisión de una mujer sobre qué hacer con su cuerpo es ilegal. Es ilegal en algunos países, y en otros no. Vaya a saber uno qué legislación hay en el cielo. Vaya a saber uno por qué todos podemos decidir sobre el cuerpo de una mujer.
Vaya a saber uno cómo sería el mundo si el hijo de Dios hubiera sido una mujer. +
(*) Publicado en La Nación, Argentina, viernes 25 de agosto de 2006.
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